Por su interés reproduzco este interesante artículo del gran periodista Fulgencio Fernández publicado en La Crónica de León, sobre los Laiz
Cirugía con un dedo y una cuchilla
La saga Laiz de Robles y Naredo, los últimos capadores, un oficio que desapareció
Capaban por toda la montaña, hasta por debajo de Mansilla, a la zona esa de Matallana de Valmadrigal, y también pasaban para Asturias, en la zona esa que linda con León. Cuando llegaba la primavera se pasaban semanas enteras fuera de casa, capando”. Así recuerda Avelino García Laiz a su tío José Manuel y a su abuelo Avelino Laiz, de Robles de la Valcueva, dos de los últimos capadores de la provincia, un oficio que ya ha desaparecido, primero por el descenso de las matanzas domiciliarias y, sobre todo, porque es un oficio que pasó a manos de los veterinarios.Eran, sin embargo, estos capadores unos virtuosos, no en vano era un oficio familiar, que se trasmitía de padres a hijos. “A mi abuelo Avelino ya le enseñó su padre y él a mi tío José Manuel y a mi padre. Yo, sin embargo, acompañé a mi padre por toda la montaña, en bicicleta o andando o como hiciera falta, y nunca me dio por dedicarme a ello”, recuerda Avelino García.
Tenían por ello fama los capadores de buenos profesionales. Lo ‘escenifica’ de forma simpática, como hace siempre, Santiago ‘El Pastor’ de Argovejo cuando dice una de esas famosas frases suyas: “Desde que murió Pelayo, el capador de Las Salas, ya no se hace buena cirugía en toda esta comarca”.
Una afirmación que comparte Avelino García, quien vio muchas veces ‘operar’ a sus familiares. “Usaban un dedo de la mano derecha y una cuchilla, no tenían más aparatos quirúrgicos, y con una habilidad extraordinaria los capaban. Mi abuelo creo que era algo extraordinario, mi padre siempre decía que no lo podía hacer nunca como él, y no se le daba nada mal”.
Muerto en la guerra
Se remontan estas historias que cuenta Avelino el de La Valcueva a muchos años atrás pues han sido generaciones de capadores. “Hazte una idea, a mi tío José Manuel lo mataron cuando estalló la guerra. Estaba capando en Asturias y quiso regresar a casa, lo cogieron en La Vecilla y lo fueran a matar en Busdongo, con otros ocho. Eran nueve y tres eran primos, yo siempre se lo escuché contar así a mi madre”.
El oficio de capador era también una forma de vivir. “Recuerdo que iba con mi padre y siempre se le ocurría comprar alguna cosa. Veía unas ovejas en cualquier pueblo y se le antojaban y ya estaba Avelino, es decir yo, arreando con ellas por el monte para traerlas a casa”.
Esta familia de Robles de La Valcueva, con ramificaciones en Naredo de Fenar, se repartieron el oficio de capadores por casi media provincia. “También estaba Canorín, el de La Vecilla, que murió hace poco, pero el hijo marchó a vivir lejos de León y también se quedó ahí la saga”.
También en Naredo
Un hermano de Avelino, Antonio Laiz, se casó en Naredo y los dos pueblos compartían la fama de ser ‘pueblos de capadores’. Así lo recogen en una pequeña historia del pueblo del Valle Fenar. “Antonio se casó en Naredo y tuvo siete hijos, cuatro mujeres y tres hombres, y uno de estos varones, Donino Laiz, más conocido como ‘Ninón’, por lo alto y fuerte que era, también se dedicó a este oficio, que alternaba con su trabajo en la mina; una de las mujeres, Dionisia Laiz, se casó con Gerardo Barrio, que también fue capador. Los siete hijos de Antonio Laiz se casaron y vivieron todos ellos en el pueblo de Naredo; así la descendencia de esta familia fue tan numerosa que una gran parte de los habitantes de Naredo aun llevan el sobrenombre de los capadores”.
Hubo otros, por otras comarcas (como el citado Pelayo en la de Riaño) pues es evidente que un par de sagas familiares de capadores no podían ‘operar’ a miles y miles de cerdos por toda la provincia. Pero ya es un oficio para el recuerdo éste de aquellos hombres que llegaban cada primavera a hacer cirugía con la única ayuda de un dedo, una cuchilla... y mucha habilidad.